jueves, 28 de junio de 2012


SEÑOR PRESIDENTE, HUGO CHAVEZ FRIAS, UNA RECOMENDACIÓN PARA USTED:

Anoche, 27 de Junio del 2.012,  acompañé a unos familiares al Hospital “Domingo Luciani”, mejor conocido como el Hospital del Llanito; ubicado al Este de esta Gran Caracas. Debo haber llegado a eso de las ocho de la noche y permanecí estoico, en la parte de afuera de la Emergencia de ese Centro Asistencial, hasta la media noche.

Digo, sin temor a equivocarme, que mi comportamiento fue estoico; ya que estuvo totalmente apegado a la definición de la palabra: “Que demuestra fortaleza y domino sobre si mismo, especialmente ante las desgracias y dificultades”.  Si, hay que tener todo lo que allí está descrito, para soportar lo que se observa en la entrada de la Emergencia de uno de los principales centros hospitalarios de la cuidad capital.

La seguridad: está conformada (lo que vi afuera), por: dos individuos vestidos de verde (Uniforme de campaña), con una gorra verde que dice DIBISE, no creo que sean efectivos de la Guardia Nacional; pues su presencia y comportamiento está muy lejos de lo que es la formación militar. Un funcionario de la Policía Nacional y unos diez (10) individuos (entre hombres y mujeres), de seguridad del hospital, que no hay que ser un erudito para saber que no están preparados para asumir esta función, porque igual todo es un caos: ellos jugándose entre si, detrás de las muchachas que se encuentran en el sitio,  las ambulancias  llegan y se consiguen los vehículos de los amigos de la gente de seguridad atravesados, la gente deambulando en el sector donde deben llegar las ambulancias, motorizados que llegan a hacer sus demostraciones como conductores de motos, etc. La única buena labor que ejecutan es solicitar a la familia de algún paciente y lo hacen gritando a todo pulmón: “familiar de fulano de tallll…”
En el sitio hay dos espacios techados muy mal presentados, mal olientes y sucios (asquerosos); con bancos para que la familia espere sentada; en medio de perros callejeros,  la noticia del enfermo; sólo dejan pasar al interior de la Emergencia, a un familiar por paciente. Observé a más de cien personas, pueblo venezolano, allí; (familia de los pacientes), por supuesto no caben en los fulanos bancos;  muchas personas paradas, y otras durmiendo sobre estos bancos de cemento. Hay dos baños  muy pequeños para toda ese multitud, (uno para damas y otro para caballeros), su presentación es pésima; y por supuesto la gente hace sus necesidades en las inmediaciones de esta área de espera. Además de todo esto, vi un grupito de borrachitos, al parecer conviven allí, tomando licor y cantando como si eso fuera una fiesta.
Señor Presidente de la República, le recomiendo haga lo que usted decía antes, al principio de su Gobierno: póngase una peluca para que no lo reconozcan y se va sin escoltas, en horas de la noche, en el Volkswagen que le regalaron, para que observe la miseria humana que tenemos que vivir los venezolanos que no tenemos recursos, en un país petrolero y “rico” como  el nuestro. El pueblo está pasando trabajo, miseria, necesidades y está siendo maltratado. No está mandando el pueblo. No hay razón para que nosotros, los venezolanos estemos en estas condiciones. 

domingo, 17 de junio de 2012


EL PUEBLO GUAJIRO Y SU CULTURA, Parte 3

Ahora me voy a referir a la exhumación, el segundo velorio, y  el segundo y definitivo entierro de los restos de los difuntos; acto de gran significación dentro de las manifestaciones de la cultura funeraria del mundo wayúu.

Después del primer entierro,  (la carne del cuerpo se está descomponiendo), y sus parientes vivos se encuentran unidos, comprometidos y con responsabilidad para con el difunto; por esto existe la necesidad de hacer este acto fúnebre para que ambos queden libres y cesen las obligaciones de los deudos.  El acto de exhumar los restos para limpiar los huesos y posteriormente volver a enterrarlos, significa la separación de la carne de los huesos; con lo cual según sus creencias se separa definitivamente el alma del difunto, de su cuerpo,  constituyendo  esta  separación el hecho más importante de la existencia espiritual después de la muerte en la cultura wayúu.

Al pasar un tiempo, (no está establecido,  pueden ser varios años), la familia empieza a prepararse para cumplir con  aquellos parientes que: “Han emprendido un largo viaje para dejar la vida terrenal”. Se reúne la familia más cercana y representativa de los difuntos a ser exhumados, (todos toman parte en la preparación y posterior celebración), y se empieza a organizar este ritual guajiro; se recopilan  los alimentos y las bebidas  que se van a consumir, el alojamiento de la familia y de los invitados, etc.; de manera que este acto cumpla con lo que está especificado en la sociedad wayúu, sus vínculos, las compensaciones y el reposicionamiento de las “jerarquías”, así como el status de su respectivo clan. Igualmente se extienden las invitaciones al resto de la familia que se encuentren distantes, a amigos y a las autoridades que ellos consideren pertinentes.

Llegado el día seleccionado, antes de salir el sol; la familia se va al cementerio de su clan, donde reposan los restos de el o los difuntos que van a ser exhumados. Uno de los familiares a manera voluntaria, normalmente una mujer, asume la terea, riesgosa por demás (por lo de la contaminación), de ser la “exhumadora”, ella debe ser una persona de carácter firme, no debe llorar, ni temblar ante la cara de la muerte, “en caso de presentarse”, etc. Se coloca un tapabocas, guantes y una pañoleta sobre su cara; también le aplican algunos polvos y cremas para su protección.  Para cumplir con este trabajo tendrá una ayudante.

 Los acompañantes derraman licor (chirrinche, ron, whisky, etc.), sobre la tumba (normalmente es construida sobre la tierra), y el cuerpo de la exhumadora; se abre un agujero en la lápida y se saca el ataúd; este se coloca sobre una sabana blanca; se derrama nuevamente licor sobre la exhumadora y se le da a tomar un trago de licor. Se abre el ataúd, se despoja de la ropa que tenga el difunto y se empiezan a limpiar los huesos; el primer hueso a limpiar es el cráneo, seguido por los más largos  y así sucesivamente hasta el último de los huesos. El resto de la familia; algunos lloran, otros comentan el hecho; se reparte café y licor a los asistentes. Una vez que esta osamenta se  encuentra completamente limpia, se coloca en un recipiente (normalmente utilizan tinajas grandes de barro), y es llevada por la exhumadora, acompañada por todos los asistentes, hasta la enramada construida para el velorio y allí la depositan sobre un chinchorro  para proceder a el velorio de los mismos. Lo que sigue, es similar al primer velorio: las mujeres lloran, los hombres se lamentan y se  convierte todo esto en un ambiente de duelo; esto mientras dure el velorio, (pueden ser varios días).

Los invitados, también llamados “veloriantes” comienzan al llegar, son recibidos con un gran agradecimiento; de inmediato comienza una gran actividad: los hombres sacrifican el ganado que se va a consumir. Se consume carne de: chivo, ovejo y res; a los invitados se les reparte café, cigarrillos y mucho, pero mucho licor. Normalmente tienen unos vasos pequeñitos, donde sirven un trago de licor seco y una persona va repartiendo ese trago en forma circular a los visitantes; esa ronda nunca termina. Las mujeres van preparando la carne en todas sus presentaciones desde el punto de vista culinario: frita, asada, guisada, cocida, el friche, etc. Hago mención especial de “el friche”, que es un plato típico, exquisito, del pueblo wayúu; lo preparan con trozos de  carne de chivo o/u ovejo, al cual le agregan las vísceras picadas de forma menuda, le agregan cebolla, pimentón y sal y se sofríe. Algunos lo sofríen con la sangre del animal (mejor todavía). Acompañan esta comida con yuca, plátanos, arroz y bollos de harina de maíz. Igualmente hacen y reparten un  excelente hervido de carne de res. El velorio puede durar uno o varios días; para eso al llegar a la o las enramadas hechas para este acto fúnebre, le asignan un chinchorro donde el invitado descansa o duerme cuando le parezca; la rutina es más o menos la siguiente: se entablan conversaciones entre los invitados; se consume licor, se come, se duerme; se levanta nuevamente y comienza la misma rutina. Al momento de retirarse  del velorio, reparten licor y carne para el camino: El alijuna (hombre blanco), de inmediato pregunta: Y esto ?. La respuesta es clara y sin dudas: “Ley Guajira”.

Una vez que la familia decide enterrar los restos, estos son llevados hasta el cementerio de su clan nuevamente y son enterrados; pero en un lugar diferente a donde fueron sacados y allí reposaran para siempre.

Durante mi permanencia en la guajira como Comandante del Grupo de Caballería Motorizado Francisco Esteban Gómez, asistí a varios velorios. A continuación, me pareció importante transcribirles la reseña  que escribiera en el Diario El Panorama,  el Antropólogo Nemesio Montiel Fernández en su columna semanal “Casachiki”, (Desafortunadamente no tengo la fecha exacta de este evento), con motivo del velorio de los restos de miembros de la familia Palmar Apushana,  a la que asistí por invitación que me hiciera el buen amigo Temístocles Palmar Apushana, mejor conocido  como “el cojito Palmar”, ganadero y dedicado al comercio. Tenía varios barcos y su principal negocio era transportar,  desde Panamá y Aruba hasta Puerto Bolívar (Colombia); parte de la mercancía que se vendía en la población fronteriza de  Maicao (Colombia). Este guajiro utilizaba  para sus desplazamientos y demás trabajos en la guajira una flota de camionetas Toyota Samurái, todas de último modelo. Me dijo una vez: “a esas camionetas no les cambio ni un caucho. Anualmente los chinitos de Cumaná (se refería a los Japoneses de la fabrica de vehículos marca Toyota), vienen a mi casa y me traen diecisiete nuevas todos los años; ellos pasan una semana en mi casa comen chivo, ovejo, toman buen whisky, y luego se llevan estas que tienen un año de trabajo”. Tras una disputa de la gente de su clan con la del otro también amigo Jesús Barroso (hubo varios muertos en ambos clanes), y en donde yo traté de mediar en algo, me dijo algo muy verdadero que se quedó grabado en mi mente: “quédese tranquilo y tenga presente que los amigos de mis enemigos, no son mis amigos”. Aunque allí no la pego del todo, porque  él siguió siendo mi amigo. Este buen amigo quien para su seguridad personal, se desplazaba con un grupo grande de escoltas, fue asesinado en la guajira colombiana el 18 de abril del año 1998. Paz a sus restos.


Casachiki
Nemesio Montiel Fernández
Encuentro de familias en Cojoro

Las costumbres y las creencias del pueblo wayúu, se pusieron de manifiesto el pasado fin de semana en la comunidad fronteriza de Cojoro. Esta vez, la convocatoria fue de la familia Palmar Apushana para cumplir con la ceremonia del segundo velorio o lloro de restos de varios miembros prominentes de dicha familia. Fueron exhumados los restos de la matrona María Flor González Apushana y se sus hijos Rafael, Eleuterio y Amable Palmar Apushana. Son muchas las cosas que se pueden decir sobre este novedoso velorio que reunió a las familias más importantes  de la Península de la Guajira. Todo se fue preparando unos cuantos meses atrás y se hicieron las invitaciones a las cabezas de familia para que acompañaran a los Palmar Apushana en esta última fase del viaje de los espíritus por el camino de los indios muertos después haber estado morando en la atmósfera peninsular cerca de Jepira.

Una hermosa loma desde donde se confundía el copo de los cujíes con el horizonte que se extendía hacia el mar, sobresalía una enorme enramada central muy cerca de las bóvedas y del panteón familiar. Alrededor, 20 amplias enramadas con sus multicolores chinchorros recibían a los familiares e invitados. Allí fueron acomodándose Don Máximo Iguarán Epieyú y familia, Santos González Apushana y familia, Rangel Durán Sapuana y familia, Roberto Salas Jusayúu y familia, Nemesio Montiel Epieyú y familia, Fermi Fernández Jayariyú y familia, Negro González Uriana y familia, Evaristo Fernández Jayariyú y familia, Alberto Herrera González Apushana y familia, Hermágoras González Apushana, Eduardo González Uriana, Leví González y muchos otros jefes claniles cuyos nombres desconocemos.

La presencia de amigos alijunas tanto de Colombia como de Venezuela, fortaleció el sentido social y de solidaridad que tiene un encuentro de ese tipo. El General Esmir Palacios Rojas, el Coronel Clovis Bracho y el Comandante Milton Abreu, todos del Ejército venezolano, como amigos de las familias guajiras, se hicieron presentes con sus familias. PANORAMA, también asistió a esta ceremonia indígena. Hasta una representación irlandesa ocupó su enramada.

Se habilitaron 7 cocinas con su respectivo comedor. Cerca de un millar de personas consumieron durante dos días  60 cajas de whisky, 25 reses y 400 ovejos. Carlos Fung Echeverría, director de política y comercio exterior del a cancillería venezolana, se veía profundamente impresionado por la dimensión, organización y seriedad que caracterizó este encuentro.

Los velorios guajiros, en este caso el segundo velorio, persiguen dos cuestiones fundamentales. En primer lugar, cumplir con las costumbres, creencias y obligaciones familiares de limpiar los restos de sus parientes para ser definitivamente sepultado. En segundo lugar, reunir a las familias para intercambiar ideas, criterios y opiniones. Se busca fortalecer la solidaridad y cooperación. Se aclaran conductas y situaciones. Se arreglan problemas menores y se llega a acuerdos para que en otra oportunidad se puedan arreglar grandes problemas entre familias. Los anfitriones se sienten satisfechos y complacidos por la compañía que han  tenido en un momento tan especial.

Estos encuentros contribuyen con la integración social y une más a los miembros de la etnia wayúu. En el caso de la familia Palmar Apushana, es evidente el interés de todos por contribuir con hacer de la guajira una tierra próspera y que sus hijos se esfuercen por mantener la paz y armonía. Presenciamos un acto de profundo contenido humano  y de reafirmación de la amistad.

Don Carlos Urdaneta Apushana, nos expresaba que tenía muchos años sin haber asistido a un velorio tan bien organizado y con representación de todas las familias wayúu. Queremos aclarar a los lectores de Casachiki que en la organización de un velorio, intervienen todos los miembros de la familia. Finalmente, queremos agradecer a la familia palmar Apushana, en especial a Luis Felipe, Temístocles,  Hermes todas las atenciones prestadas a nuestra familia y a los amigos alijunas invitados. Con todo respeto, asistimos al segundo velorio de su querida madre y hermanos que recibieron un merecido homenaje póstumo del pueblo guajiro.

Recorte de Prensa (Diario El Panorama)