EL
PUEBLO GUAJIRO Y SU CULTURA, Parte 3
Ahora me voy a
referir a la exhumación, el segundo velorio, y el segundo y definitivo entierro de los restos
de los difuntos; acto de gran significación dentro de las manifestaciones de la
cultura funeraria del mundo wayúu.
Después del primer entierro, (la carne del cuerpo se está descomponiendo),
y sus parientes vivos se encuentran unidos, comprometidos y con responsabilidad
para con el difunto; por esto existe la necesidad de hacer este acto fúnebre
para que ambos queden libres y cesen las obligaciones de los deudos. El acto de exhumar los restos para limpiar
los huesos y posteriormente volver a enterrarlos, significa la separación de la
carne de los huesos; con lo cual según sus creencias se separa definitivamente
el alma del difunto, de su cuerpo, constituyendo esta separación
el hecho más importante de la existencia espiritual después de la muerte en la
cultura wayúu.
Al pasar un tiempo,
(no está establecido, pueden ser varios
años), la familia empieza a prepararse para cumplir con aquellos parientes que: “Han emprendido un
largo viaje para dejar la vida terrenal”. Se reúne la familia más cercana y
representativa de los difuntos a ser exhumados, (todos toman parte en la
preparación y posterior celebración), y se empieza a organizar este ritual
guajiro; se recopilan los alimentos y las
bebidas que se van a consumir, el
alojamiento de la familia y de los invitados, etc.; de manera que este acto cumpla
con lo que está especificado en la sociedad wayúu, sus vínculos, las
compensaciones y el reposicionamiento de las “jerarquías”, así como el status
de su respectivo clan. Igualmente se extienden las invitaciones al resto de la
familia que se encuentren distantes, a amigos y a las autoridades que ellos
consideren pertinentes.
Llegado el día
seleccionado, antes de salir el sol; la familia se va al cementerio de su clan,
donde reposan los restos de el o los difuntos que van a ser exhumados. Uno de
los familiares a manera voluntaria, normalmente una mujer, asume la terea,
riesgosa por demás (por lo de la contaminación), de ser la “exhumadora”, ella
debe ser una persona de carácter firme, no debe llorar, ni temblar ante la cara
de la muerte, “en caso de presentarse”, etc. Se coloca un tapabocas, guantes y
una pañoleta sobre su cara; también le aplican algunos polvos y cremas para su
protección. Para cumplir con este
trabajo tendrá una ayudante.
Los acompañantes derraman licor (chirrinche, ron,
whisky, etc.), sobre la tumba (normalmente es construida sobre la tierra), y el
cuerpo de la exhumadora; se abre un agujero en la lápida y se saca el ataúd;
este se coloca sobre una sabana blanca; se derrama nuevamente licor sobre la
exhumadora y se le da a tomar un trago de licor. Se abre el ataúd, se despoja
de la ropa que tenga el difunto y se empiezan a limpiar los huesos; el primer
hueso a limpiar es el cráneo, seguido por los más largos y así sucesivamente hasta el último de los
huesos. El resto de la familia; algunos lloran, otros comentan el hecho; se
reparte café y licor a los asistentes. Una vez que esta osamenta se encuentra completamente limpia, se coloca en
un recipiente (normalmente utilizan tinajas grandes de barro), y es llevada por
la exhumadora, acompañada por todos los asistentes, hasta la enramada construida
para el velorio y allí la depositan sobre un chinchorro para proceder a el velorio de los mismos. Lo
que sigue, es similar al primer velorio: las mujeres lloran, los hombres se
lamentan y se convierte todo esto en un
ambiente de duelo; esto mientras dure el velorio, (pueden ser varios días).
Los invitados,
también llamados “veloriantes” comienzan al llegar, son recibidos con un gran
agradecimiento; de inmediato comienza una gran actividad: los hombres sacrifican
el ganado que se va a consumir. Se consume carne de: chivo, ovejo y res; a los
invitados se les reparte café, cigarrillos y mucho, pero mucho licor.
Normalmente tienen unos vasos pequeñitos, donde sirven un trago de licor seco y
una persona va repartiendo ese trago en forma circular a los visitantes; esa
ronda nunca termina. Las mujeres van preparando la carne en todas sus
presentaciones desde el punto de vista culinario: frita, asada, guisada,
cocida, el friche, etc. Hago mención especial de “el friche”, que es un plato
típico, exquisito, del pueblo wayúu; lo preparan con trozos de carne de chivo o/u ovejo, al cual le agregan
las vísceras picadas de forma menuda, le agregan cebolla, pimentón y sal y se
sofríe. Algunos lo sofríen con la sangre del animal (mejor todavía). Acompañan
esta comida con yuca, plátanos, arroz y bollos de harina de maíz. Igualmente
hacen y reparten un excelente hervido de
carne de res. El velorio puede durar uno o varios días; para eso al llegar a la
o las enramadas hechas para este acto fúnebre, le asignan un chinchorro donde
el invitado descansa o duerme cuando le parezca; la rutina es más o menos la
siguiente: se entablan conversaciones entre los invitados; se consume licor, se
come, se duerme; se levanta nuevamente y comienza la misma rutina. Al momento
de retirarse del velorio, reparten licor
y carne para el camino: El alijuna (hombre blanco), de inmediato pregunta: Y
esto ?. La respuesta es clara y sin dudas: “Ley Guajira”.
Una
vez que la familia decide enterrar los restos, estos son llevados hasta el
cementerio de su clan nuevamente y son enterrados; pero en un lugar diferente a
donde fueron sacados y allí reposaran para siempre.
Durante mi
permanencia en la guajira como Comandante del Grupo de Caballería Motorizado
Francisco Esteban Gómez, asistí a varios velorios. A continuación, me pareció
importante transcribirles la reseña que
escribiera en el Diario El Panorama, el
Antropólogo Nemesio Montiel Fernández en su columna semanal “Casachiki”,
(Desafortunadamente no tengo la fecha exacta de este evento), con motivo del
velorio de los restos de miembros de la familia Palmar Apushana, a la que asistí por invitación que me hiciera el
buen amigo Temístocles Palmar Apushana, mejor conocido como “el cojito Palmar”, ganadero y dedicado
al comercio. Tenía varios barcos y su principal negocio era transportar, desde Panamá y Aruba hasta Puerto Bolívar
(Colombia); parte de la mercancía que se vendía en la población fronteriza
de Maicao (Colombia). Este guajiro utilizaba
para sus desplazamientos y demás
trabajos en la guajira una flota de camionetas Toyota Samurái, todas de último
modelo. Me dijo una vez: “a esas camionetas no les cambio ni un caucho. Anualmente
los chinitos de Cumaná (se refería a los Japoneses de la fabrica de vehículos
marca Toyota), vienen a mi casa y me traen diecisiete nuevas todos los años;
ellos pasan una semana en mi casa comen chivo, ovejo, toman buen whisky, y
luego se llevan estas que tienen un año de trabajo”. Tras una disputa de la
gente de su clan con la del otro también amigo Jesús Barroso (hubo varios
muertos en ambos clanes), y en donde yo traté de mediar en algo, me dijo algo
muy verdadero que se quedó grabado en mi mente: “quédese tranquilo y tenga
presente que los amigos de mis enemigos, no son mis amigos”. Aunque allí no la
pego del todo, porque él siguió siendo
mi amigo. Este buen amigo quien para su seguridad personal, se desplazaba con
un grupo grande de escoltas, fue asesinado en la guajira colombiana el 18 de
abril del año 1998. Paz a sus restos.
Casachiki
Nemesio Montiel
Fernández
Encuentro de familias en Cojoro
Las costumbres y las
creencias del pueblo wayúu, se pusieron de manifiesto el pasado fin de semana
en la comunidad fronteriza de Cojoro. Esta vez, la convocatoria fue de la
familia Palmar Apushana para cumplir con la ceremonia del segundo velorio o
lloro de restos de varios miembros prominentes de dicha familia. Fueron
exhumados los restos de la matrona María Flor González Apushana y se sus hijos Rafael, Eleuterio y Amable Palmar Apushana.
Son muchas las cosas que se pueden decir sobre este novedoso velorio que reunió
a las familias más importantes de la
Península de la Guajira. Todo se fue preparando unos cuantos meses atrás y se
hicieron las invitaciones a las cabezas de familia para que acompañaran a los
Palmar Apushana en esta última fase del viaje de los espíritus por el camino de
los indios muertos después haber estado morando en la atmósfera peninsular
cerca de Jepira.
Una hermosa loma
desde donde se confundía el copo de los cujíes con el horizonte que se extendía
hacia el mar, sobresalía una enorme enramada central muy cerca de las bóvedas y
del panteón familiar. Alrededor, 20 amplias enramadas con sus multicolores chinchorros
recibían a los familiares e invitados. Allí fueron acomodándose Don Máximo
Iguarán Epieyú y familia, Santos
González Apushana y familia, Rangel
Durán Sapuana y familia, Roberto
Salas Jusayúu y familia, Nemesio
Montiel Epieyú y familia, Fermi
Fernández Jayariyú y familia, Negro
González Uriana y familia, Evaristo
Fernández Jayariyú y familia,
Alberto Herrera González Apushana y
familia, Hermágoras González Apushana,
Eduardo González Uriana, Leví
González y muchos otros jefes claniles cuyos nombres desconocemos.
La presencia de
amigos alijunas tanto de Colombia como de Venezuela, fortaleció el sentido
social y de solidaridad que tiene un encuentro de ese tipo. El General Esmir
Palacios Rojas, el Coronel Clovis Bracho y el Comandante Milton Abreu, todos del Ejército venezolano, como amigos
de las familias guajiras, se hicieron presentes con sus familias. PANORAMA,
también asistió a esta ceremonia indígena. Hasta una representación irlandesa
ocupó su enramada.
Se habilitaron 7 cocinas
con su respectivo comedor. Cerca de un millar de personas consumieron durante
dos días 60 cajas de whisky, 25 reses y
400 ovejos. Carlos Fung Echeverría, director de política y comercio exterior
del a cancillería venezolana, se veía profundamente impresionado por la
dimensión, organización y seriedad que caracterizó este encuentro.
Los velorios
guajiros, en este caso el segundo velorio, persiguen dos cuestiones
fundamentales. En primer lugar, cumplir con las costumbres, creencias y
obligaciones familiares de limpiar los restos de sus parientes para ser
definitivamente sepultado. En segundo lugar, reunir a las familias para
intercambiar ideas, criterios y opiniones. Se busca fortalecer la solidaridad y
cooperación. Se aclaran conductas y situaciones. Se arreglan problemas menores
y se llega a acuerdos para que en otra oportunidad se puedan arreglar grandes
problemas entre familias. Los anfitriones se sienten satisfechos y complacidos
por la compañía que han tenido en un
momento tan especial.
Estos encuentros
contribuyen con la integración social y une más a los miembros de la etnia
wayúu. En el caso de la familia Palmar Apushana, es evidente el interés de
todos por contribuir con hacer de la guajira una tierra próspera y que sus
hijos se esfuercen por mantener la paz y armonía. Presenciamos un acto de
profundo contenido humano y de
reafirmación de la amistad.
Don Carlos Urdaneta
Apushana, nos expresaba que tenía muchos años sin haber asistido a un velorio
tan bien organizado y con representación de todas las familias wayúu. Queremos
aclarar a los lectores de Casachiki que en la organización de un velorio,
intervienen todos los miembros de la familia. Finalmente, queremos agradecer a
la familia palmar Apushana, en especial a Luis Felipe, Temístocles, Hermes todas las atenciones prestadas a
nuestra familia y a los amigos alijunas invitados. Con todo respeto, asistimos
al segundo velorio de su querida madre y hermanos que recibieron un merecido
homenaje póstumo del pueblo guajiro.
Recorte de Prensa (Diario El Panorama)