LAS VOCES DE LOS ANIMALES
Una de esas cosas media “locas” que
hice en mi vida hace algunos años, (ya en la vida civil), fue meterme a
“ganadero”, bueno el Diccionario así lo describe: “Del
ganado o de la ganadería, o relacionado con ellos”. Pues
resulta que, un gran amigo, que más que eso lo considero un “hijo de la
vida”, Jesús, un muchacho llanero de pura cepa; de Guanarito - Portuguesa, pero
que vive en Guasdualito - Apure y tiene una finca en el estado Barinas; me
invitó a que incursionara en ese mundo: entonces me aventuré y yo compraba los
becerros y Jesús, en su finca, los alimentaba, cuidaba y atendía todas
sus necesidades. Cuando superaban los 400 kilogramos de peso, era la hora
de venderlos y las ganancias eran repartidas "a medias",
más para mí, el retorno de la inversión. De verdad era un “negocio redondo”,
Cuando se iba a vender el ganado, Jesús me invitaba para que fuera y estuviese
presente en la negociación. Hasta aquí todo normal y pintaba muy fácil
el panorama.
Les contaré una de esos inolvidables
viajes-aventuras: yo vivo en Caracas y desde allí el viaje por tierra
hasta Guasdualito sobrepasaba las doce horas. Al día siguiente de la llegada a
esta ciudad fronteriza, había que tomar lo que ellos llaman
“buseta” para viajar durante 35 minutos, hasta el Rio Apure, en las
cercanías de Palmarito (Apure), tierra de “El Clarín de la Llanura”: José de
los Santos Contreras, también conocido como “El Carrao de Palmarito”.
Allí abordamos un “bongo”, para navegar por el Río Apure en el sentido
Oeste-Este, hasta la desembocadura del Caño Anaru y de allí remontamos esa
corriente de agua hasta un improvisado puerto ubicado ya en el estado
Barinas (esta travesía acuática dura unos 40 minutos). Durante este
“placentero” recorrido por el cauce del Apure (como dicen allá con el río de
banda a banda), nos acompañó, quizás dándonos la bienvenida, un animalito
que nos amenizaba el viaje con su chasquido y sus silbatos.
En el puerto nos esperaban tres hermosos caballos, para iniciar una marcha
ecuestre de unos 20 minutos hasta la Finca, ubicada en esa hermosa
llanura del territorio barines.
Los trabajadores ya tenían la carne en sus
respectivas varas; la leña ardiendo y todo listo para
comenzar lo que sería un gran recibimiento. No obstante que estos
llaneros no consumían licor por motivos religiosos; no faltaron para mí las
“cerbatanas” que estaban heladas y el calor propio de la zona,
invitaba a disfrutar de esa espirituosa bebida. Ya en la tarde luego del
banquete, descansando en un chinchorro, en un ranchón frente
a la casa, se comenzó a oír un fuerte ruido que venía de un lado de la casa, al
preguntarle que era eso, Jesús me dijo: son unos animales que chillan
y vocalizan fuertemente en los maizales y cuando son amenazados las hembras lloriquean.
El ganado ya estaba siendo recogido por los
llaneros que montaban unos briosos corceles, que no dejaban de relinchar y
hasta una hibrido que hacía parte de esta faena rebuznaba fuertemente;
los acompañaba un verdadero pastor que
no paraba de ladrar para que el ganado no desviará su rumbo.
La manada estaba llegando al potrero, era impresionante la armonía de los
variados sonidos que emitían estos animales: así, el jefe de la manada se hacía
oír con su orgulloso bramido, las hembras no paraban de mugir y las crías berreando, esperando
a sus madres para su alimentación como “niños chiquitos”.
Jesús me contó también que los
llaneros le habían advertido de que un animal había estado acosando al ganado
en las noches; unos habían oído rugidos, otros
decían que no eran rugidos sino un animal que himplaba. Aprovechando
esta conversación me dijo Jesús, ahora prepárese que esta noche salimos de
cacería. No me gustó mucho la invitación, porque no me gusta ese
"deporte" pero me dije: que siga la aventura…. Eso sí, enseguida me
alertó: póngase las botas por fuera, y afine el oído; si oye que están siseando, prenda
la linterna y vea muy bien donde pisa. Salimos como a las nueve de la noche y
al llegar a una “Mata de Monte” (Término llanero para referirse
a bosques rodeados de sabanas), salió de una palma una bandada que parecían aves
que chirriaban fuertemente; seguimos, caminamos bastante, no
encontramos nada; a lo lejos oímos el gañé de un animal y
vimos unos tres ciervos que jugueteaban y rebramaban en la sabana, así como también uno que
otro animalito saltarín que chillaba quizás llamando a su
pareja. Regresamos a la casa a eso de la una y treinta de la mañana. Fue un día
largo que merecía un revitalizador descanso.
Lo que quedaba de noche se hizo más que
breve. A las cinco de la mañana el rey del gallinero me estremeció con su canto; a
él le siguieron los caracaqueos, y el piar de
los pollitos; por supuesto que los otros animales del patio no se quedaron
atrás: en una lagunita detrás de la casa, ya metidos se oía el parpa y
el voznar de unos palmípedos. En el techo de un rancho aledaño
a la casa, tenían un nido un cazar de enamoradas palomas que zurriaban entre
ellas y hasta un flacucho minino dejo escuchar su continuo maullido, sonido
que fue interrumpido por la clamorea fuerte y tajante de una
Guacamaya. Total tuve que interrumpir ese agradable despertar entre tantas
voces de la fauna llanera para levantarme y alistarme para ese día,
en el que sacaríamos el ganado para su venta en Guasdualito.
Otra odisea se iniciaba, primero, en
dos bongos unidos por los costados con tablones y cercados con palos de
bambú, se metían unos 20 animales por viaje, para sacarlos a través
de Caño Anaru y después el Rio Arauca, hasta las inmediaciones de Palmarito,
donde estaban los camiones que llevaría las reses hasta “la pesa” (así le dicen donde se pesa el
ganado). Luego ya se imaginarán el papeleo con la Guardia
Nacional, y por aquello “…del matraqueo”. Después esperar al comprador. Esto
último es también un episodio de contar: a unas tres o cuatro horas de
estar en “la pesa”, llegaba una camioneta 4 x 4, y unos cinco tipos “mal
encarados”, que revisaban todo el local y los alrededores, uno de ellos
hace una llamada vía celular y pasado unos minutos llegaban unas cinco
camionetas rusticas 4 x 4 de lujo con no menos de veinte hombres armados con
fusiles y uno de ellos miraba y revisaba el ganado. Si le gustaba, se pesaba el
ganado, y el “tipo” preguntaba los datos dónde depositaria el dinero producto de esa
negociación y se marchaba; seguidamente llegaban sus camiones y se llevaban el
ganado. Vale la pena decir que esa gente (toda), era colombiana.
Yo disfrutaba mucho estos viajes a pesar de
todo, pero como dice la canción “…por eso y muchas cosas más…”, deje mi
“Negocio redondo”.
Con este relato, cierto de mi vida, quise
hacerles llegar algunas de las VOCES DE LOS ANIMALES
e incentivarlos a descubrir a que animales corresponden algunos de
estos “sustantivos” que les refiero en este escrito y que conozca (si es
que lo desconoce), la voz de sus mascotas o animales de compañía.
Puerto Ordaz, 20 de octubre del 2022
MILTON R. ABREU A.
Coronel Ejército Siglo
XX