DE BRUJOS PRESIDENCIALES
Aquí en Puerto Ordaz, donde vivo, tenía de vecina la señora, Alcira Guarisma, bolivarense, ya jubilada de su trabajo como educadora; en su casa tuvo una escuela donde se impartía los tres primeros niveles de educación primaria, varias generaciones de guayaneses pasaron por sus aulas en esa etapa inicial de la educación formal, Y digo “tenía” pues la señora en cuestión emigró del país.
Ella en sus tiempos mozos, aparte de ejercer su profesión de maestra, pintaba hermosos cuadros; una vez jubilada dedicaba en su tiempo libre, que le sobraba, a la lectura;, era muy conversadora, normalmente me visitaba y hablábamos mucho de diferentes temas, que muchas veces ya los traía preconcebidos, de sus experiencias, sus vivencias, etc., me gustaba escucharla pues aprendía y me aclaraba las dudas que yo tuviese de la historia contemporánea guayanesa. En una oportunidad estaba empezando a leer el libro del periodista venezolano David Placer “Los brujos de Chávez”, y me visitó la señora Alcira y el tema que ella traía para ese día era hablarme de una persona quien había sido su gran amiga: Cristina Marksman, me dijo que era médico, pero que no ejerció la profesión ya que su había dedicado su vida a aquellas personas que requerían su ayuda, pues había sido una muy buena “bruja de la buenas”, que en varias ocasiones la había acompañado para el río a realizar “trabajos” relacionados con la manifestación esotérica que ella practicaba. La oí con mucho entusiasmo, pues por aquello de las “casualidades” me estaba hablando lo que precisamente estaba leyendo en el libro de Placer y a quien le dedica los primeros capítulos del libro por haber sido la primer “bruja” del difunto.
Placer, excelente periodista, cuando habla del binomio
“brujería-políticos” dice entre otras cosas: “…La brujería no parece estar hecha para políticos tibios
y grises, sino más bien para hombres ambiciosos capaces de recurrir a todas las instancias a su alcance para
permanecer en el poder…”, de esta realidad tenemos infinidad de
ejemplos a lo largo de la historia del mundo, citaré algunos casos:
Rusia: la Dinastía Románov, que gobernó a ese país desde
el siglo XVII al siglo XX, utilizó a principios del 1900, como brujo a Grigori
Yefimovich Rasputin, a quien le decían “el monje loco”, , para la cura de
enfermedades de miembros de la familia y como consultor para el actuar político
de la casa real.
Estados Unidos: Ronald Reagan el 40° presidente de ese
país, utilizó como su “consejera
astrológica”, a la astrologa Joan Quigleey Ceciel.
Argentina: Juan Domingo Perón utilizó al brujo José López
Raga, quien llegó a ocupar altos cargos dentro de su gobierno; Carlos Menen
utilizó a varios brujos: Blanca Curí, Lily Sullos e Ilda Evelia Romanelli,
fueron las más sonadas; Fernando de la Rúa, utilizó a la astróloga Mabel Iam y
hasta el Néstor Kirchner se vinculó con el brujo Alí Hindie.
México: en este rubro, este país verdaderamente compite
con el nuestro; pues la lista de ex presidentes que son y/o fueron adictos a la
brujería, es bastante larga, entre otros: Francisco I. Madero, Plutarco Elías Calles, Carlos Salinas de Gortari, Peña Nieto,
etc., utilizaron los servicios de este tipo de espiritistas, brujos, videntes
para las consultas esotéricas, durante su mandato.
En nuestro país, creo que no se salva ni uno, pues como
dice mi amigo de la infancia Augusto González, “…no pueden dar un paso hacia
adelante, sin consultar un brujo…”. Citaré algunos: Joaquín Crespo utilizó a
Telmo Romero, Juan Vicente Gómez a su inseparable Eloy Tarazona, Carlos Andrés
Pérez a la “bruja del poder”, como se hizo llamar Evenia Rengifo; se dice que
Rómulo Betancourt visitó en varias oportunidades a Birongo, población de su
estado natal, a efectuar una “limpieza de la Pipa”; no puedo dejar por fuera a
mi amigo el Dr. Luis Herrera Campins, que no fue brujero, más bien que se le
tildó de “curero” (amigo de los curas), lo cierto que era de una elevada convicción
católica, y como buen llanero dijo en alguna oportunidad que para su
protección, cargaba en el bolsillo una pepa de zamuro. Paro aquí la lista, para dejar que la
prodigiosa mente de mis lectores continúe con ella.
Uno de esos “brujos” famosos ya nombrado ut supra, fue Telmo
Romero y es de quien a continuación me voy a referir: tachirense nacido en el
año 1846 en la población de San Antonio del Táchira; de joven viajó a la
Guajira donde conoció al piache “Charapa” que a decir de Romero, le reveló
muchos de sus secretos para curar las enfermedades, así se hizo yerbatero y curandero.
En el año 1884 a sus 38 años de edad,
llega a la ciudad capital y en compañía del guadalupeño pero naturalizado como
venezolano, el General Víctor Barret de
Nazaris, estos acuden ante el General Joaquín Crespo presidente de la República,
amigo del oficial antes citado, a objeto de solicitar un permiso para arrear
ganado desde el Rio Orinoco hasta el Táchira. En ese momento la residencia de
la familia Crespo, estaba convulsionada por la enfermedad de un hijo del
presidente; este percance llega a oídos de Romero, quien de inmediato ofrece
sus servicios de curandero a Doña Jacinta Crespo (esposa de J. Crespo), para
sanar al menor de edad que tenía varios días en cama con una fiebre muy alta y
a quien le habían dicho que tenía una enfermedad incurable. “Sancocho de zamuro, manteca de raya y
aguardiente de palo santo” fue su receta que al pasar unos días de estar
tomando ese brebaje, milagrosamente el paciente se recuperó. El curandero pasa a ser el “médico de cabecera” de la familia Crespo Parejo.
El rumor de esa curación corrió rápidamente en la
“sultana del Avila” y la fama de Telmo
creció a pasos agigantados, los allegados a la familia presidencial le
apodan “el iluminado” y los adversarios le llamaban “el Rasputin
venezolano”.
Para el 1ro. de julio de ese año y valiéndose de la
amistad con el presidente Crespo, Romero es nombrado Director del Asilo de
Enajenados Mentales de Los Teques, que tenía 80 pacientes, a los dos meses y
aplicando su astucia y malicia anuncia que ya había logrado curar a 30 de
ellos. También consigue una concesión para la producción y venta de jarabes,
pomadas, depurativos y reconstituyentes, constituye la empresa denominada “Romero y
Compañía” y para la venta de estos menjurjes junto con remedios traídos de Europa, monta un gran almacén que estaba
ubicado en Caracas en las esquinas de Madrices y Torres, que tenía por nombre
“La Botica Indiana”. El pueblo caraqueño lo bautiza con el remoquete de: “Brujo
Guarapito”.
También en este año escribe y publica el libro de 200
páginas “El bien general”; “…contiene
una colección de secretos indígenas acompañados de sus fórmulas prácticas y
seguidas de un compendio de veterinaria, el más perfecto publicado para la fecha…”
reza en la
contraportada del mencionado libro.
Hace un viaje a Boston, USA, costeado por Crespo, para
recibir un doctorado en medicina, de un pseudo instituto, que no exigía la
calidad académica de los candidatos al título.
En 1885, es condecorado por el gobierno de Crespo con la
“Medalla de la Instrucción Pública”, por los supuestos “servicios prestados al
campo de la ciencia y méritos adquiridos en la rama de la medicina”.
A principios del año 1886, siguen los rumores de pasillo
y aumenta el descontento de la gente contra el mal gobierno de Joaquín Crespo; uno de esos
rumores llega con gran fuerza a la Universidad Central; se decía que el Dr.
Manuel María Ponte, rector de esa casa de estudios superiores, sería
reemplazado por “el brujo guarapito”. En la Facultad de Medicina, se organiza
un acto de protesta para el 10 de marzo de ese año, centenario del nacimiento
del doctor José María Vargas. Parte de la protesta de ese día fue, la quema del
libro “El bien General”, demostrando así la “incompatibilidad entre la ciencia
médica y la práctica sin fundamento científico de Telmo Romero”
Joaquín Crespo, quien había sido nombrado por el Congreso
como presidente para el período 1884-1886, al terminar su gobierno, Telmo cae
en desgracia, los cargos y privilegios que efímeramente había ostentado, le
fueron despojados. Termina Telmo Romero su vida terrenal, aquejado de
tuberculosis, en Caracas el 7 de agosto
de 1887.
No me imagino ver a mi paisano el bachiller José Gregorio
Hernández, quien para el año 1886 estaba bastante adelantado en sus estudios de
medicina en la Universidad Central, tirando piedras y quemando el libro de “El
Bien General”…
Quiero culminar este escrito con lo siguiente: como lo he
escrito en anteriores oportunidades, estoy bastante ligado al gremio médico, y
en varias ocasiones he visto ordenes médicas, récipes, solicitudes de exámenes,
etc., con pésima letra y peor ortografía y con una carencia total del lenguaje
médico; coloco a continuación algunos ejemplos:
“…practíquesele una Rx, donde le
duela”, “ Rx de columna vertebral
completa parada y de pie y descarso”, “Urocultivo de oído derecho”,
“Nitroglicerina supositorio”. Quizás a muchos les cause hilaridad, pero en realidad lo que da una gran inquietud y
temor por sus actuaciones, Da la impresión que el espíritu de Telmo Romero se apoderó de los que con un gran
desparpajo han graduado jóvenes venezolanos sin cumplir con una formación
profesional idónea, que los convierte en unos verdaderos “matasanos” y son un
peligro para la salud del venezolano.
Puerto Ordaz, agosto de 2023
MILTON R. ABREU A.
Coronel
Ejército Siglo XX
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