Con el último año del Grado de Capitán del Ejército llegué a sentar
plaza en el Batallón Caracas, Unidad Táctica Élite de las Fuerzas Armadas
Nacionales, que tenía a su cargo la Seguridad
del Ministro de la Defensa y el Alto Mando Militar. Comenzaba Agosto del 1.981, cuando fui nombrado Oficial Jefe de la Sección de
Administración y Logística (S-4),
del Batallón. Esta Unidad aun tenía su Comando en el Cuartel que sirvió
de sede al Ministerio de la Defensa desde el 26 de Marzo de 1.950, en La
Planicie de Cajigal, hoy Parroquia 23 de
Enero de la ciudad de Caracas. Ya desde el 15 de Mayo de 1981, el Ministerio de
la Defensa había iniciado su proceso de mudanza a una nueva, moderna y hermosa sede, diseñada por
los Arquitectos Julián Ferris y Carlos Pons, ahora ubicada en el Fuerte Tiuna,
El Valle, Caracas.
El Batallón Caracas para
ese entonces, estaba comandado por el Teniente Coronel (Ej.) José de los Santos
Azuaje Albarrán, excelente Oficial del Ejército venezolano, leal, trabajador,
honesto, sereno y mejor compañero de
trabajo. El cuadro de Oficiales que lo integraban, excelentes compañeros e
insignes trabajadores, pertenecían a las cuatro Fuerzas. La Unidad dependía
directamente del Ministro de la Defensa, General de División (Ej.) Bernardo
Alfonso Leal Puchi y Operacionalmente del Comandante de la Guarnición del
Distrito Federal y Estado Miranda, el General de Brigada (Ej.) Efraín Vegas
Echezuría.
A finales del mes de
Marzo del 83, el Comando del Batallón,
recibe un Radiograma Urgente, del Jefe
del Estado Mayor Conjunto del Ministerio de la Defensa, donde se ordenaba mi
traslado al Ejército (mi Fuerza), y específicamente al Batallón de Infantería de Selva General de
División “Mariano Montilla”, con sede en Luepa, Estado Bolívar, “en la Gran
Sabana”, como Oficial Jefe de Operaciones (S – 3) de esta Unidad Selvática.
Reflexionando, dije
entre mi: “…Tremendo batazo que me dieron, no soy Oficial de Infantería; mi
Arma es la Caballería y para rematar, me
estaba asignando este cargo alguien que no era el indicado”. Al parecer, según averigüé posteriormente,
“…se esperaba que allí en la soledad de la selva, tendría oportunidad de pensar y recapacitar
sobre el supuesto MAL PASO que estaba dando…” En realidad todo se debió simplemente
a que estaba en proceso de divorcio.
Así pues, que entregué
el cargo, vendí mi carro y me compré una
camioneta 4 x 4, usada marca Wagoneer. Monté todos mis peroles allí e inicié
muy temprano la aventura que significaba dos días de camino por carretera, para
llegar a mi nuevo destino. Me acuerdo que le dije a uno de los soldados
mecánicos del Batallón, que chequeara el aire de los cauchos de mi nueva
camioneta. Me fui por la ruta del Llano, era la vía que conocía, la había hecho
varias veces hasta Puerto Ordaz para visitar a mi hermana María Lourdes y mi
cuñado Rafael. Pasados unos 30 Kmts. de la ciudad de Calabozo, se reventó el caucho trasero izquierdo. Como pude
saqué el gato y levanté la camioneta, bajé el caucho que se había dañado; al
sacar el de repuesto me di cuenta
que estaba sin aire. Pensé:“… estaría
riéndose de mí el soldado cauchero”. Acto seguido el gato se dobló y la
camioneta se fue de lado porque no aguantó el peso.
De inmediato hice una
“Vuelta al horizonte” y observé que a unos 300 metros un rancho; caminé bajo un sol inclemente hacia
el mismo, llamé insistentemente y nadie contestaba por lo cual entré y vi a una persona mayor que estaba acostado en
una hamaca con un periódico en la mano, y para colmo de males era medio sordo!!!,
como pude le expliqué lo ocurrido y le pedí el favor para que se quedara cuidando mi camioneta cargada
mientras yo reparaba el caucho en Calabozo; que yo le pagaba y el hijo D. P me
respondió: “No tengo tiempo para eso, estoy leyendo el periódico”. Entonces
regresé hasta la camioneta.
Pasaba el tiempo y nada,
regresé e Insistí nuevamente al hombre del rancho quien finalmente accedió.
Luego tuve la buena suerte de que pasó un carro con placas de Caracas, se detuvo y me llevó hasta la estación de
Servicio a la salida de Calabozo, donde reparé el caucho y me regresó
nuevamente; me ayudó a enderezar la
camioneta, a montar el caucho y luego se marchó y no quiso cobrarme nada; de
verdad era un tipo muy raro porque no parecía ni siquiera conocer la zona;
bueno lo que me quedó decir fue Gracias a Dios y continué mi viaje. (Ah, por
cierto que cuando regresé de reparar el caucho “el hombre del rancho”, no
estaba, se había ido y la camioneta estaba sola). Por cada pueblo que pasaba preguntaba
si vendían cauchos y nada... Lo que si noté y me llamaba la atención, era que
la gasolina se acababa muy rápido; así llegué, de bomba en bomba, en la
tarde a la casa mi hermana María Lourdes
en Puerto Ordaz.
En la mañana, cuando
continuaría a Luepa, el colmo!!!: con la doblada del gato el día anterior, se
había roto el tanque de la gasolina. Lo mandé a reparar para proseguir con mi viaje. Así continué mi camino al día siguiente muy temprano; era la
primera vez que iría por esos lares; la parte que se me hizo más tediosa e interminable fue ese largo trecho entre El Dorado y el Kilómetro 88 en el caserío Las
Claritas, ya eran las dos de la tarde. Allí llené de combustible la camioneta, y le pregunté al bombero si esa era la vía
para Luepa y me contestó en portuñol: “e
o nose, io soy brasilero”. El mapa vial que llevaba, indicaba a esta altura, que la carretera se dividía en dos ramales, pero
en realidad había una sola vía, así que continué por esa.
Seguí y rápidamente
llegué a la Piedra de La Virgen, una
inmensa mole de piedra de unos 80 metros de altura; dicen
que el nombre con que la conocen es debido a que se ve la silueta de una
virgen; pero en realidad es que cuando
estaban haciendo las demoliciones para construir esta carretera, fue imposible
dinamitarla por su resistencia y se dijo que era una roca Madre o Virgen. Debo resaltar que hasta
allí llegaba la carretera asfaltada y se iniciaba el Parque Nacional Canaima.
A partir de este
sitio, comencé la subida
por una carretera o mejor dicho un camino de tierra con demasiadas piedras que estaba en total
deterioro, por consiguiente el avance era muy lento. Por mi mente pasaba de todo: desde un posible ataque de indígenas; ser asaltado;
accidentarme nuevamente y hasta haber tomado la vía equivocada ya que no había ningún tipo de
señalización; igualmente pensé en la injusticia que mis superiores estaban
cometiendo conmigo, etc. A dos horas de camino, ¡Aleluya!!!, vi un pequeño
rancho con un letrero que decía: “Se Vende Café”, y una camión estacionado a un
lado. Me detuve, entré y pedí un café. Mi pregunta obligada: ¿Esta es la vía
hacia Luepa? El conductor del camión era un señor blanco, alto, con apariencia
de extranjero (después me enteré que era español); de inmediato me preguntó:
Usted es el Mayor Abreu? Usted va en reemplazo de Peña Pineda? Me vino el alma
al cuerpo!!!, le dije: si en efecto soy yo. Y él me respondió: yo soy de Cumaná;
le compro y le transporto la comida al
Batallón., y voy para allá. Esta es la mitad del camino, le faltan dos horas
para llegar. Bueno mi alegría fue indescriptible, al fin algo bueno!!!.
Después
de recorrer casi una pared que comienza en la Piedra de la Virgen, a cero metros de altitud, llegué al Monumento al Soldado Pionero, es
una plazoleta que se hizo para tributar al personal de las Fuerzas Armadas,
Oficiales y Soldados del Arma de Ingeniería que trabajaron fuertemente a
finales de los años 60, para hacer la carretera que comunica por vía terrestre
hasta Santa Elena de Uairén. Este monumento está frente a otra mole como lo es
la Sierra de Lema. Allí a unos 1.800 metros sobre el nivel del mar, se abre la
inmensa sabana de una espectacular e incomparable belleza, además con un magnifico clima. Esta era “La Gran Sabana”, uno de los parques naturales
más hermosos que tiene Venezuela.
Exactamente a las dos
horas de haberme tomado ese café que me supo a gloria, por fin estaba entrando
por la Alcabala del Batallón. Había llegado a mi nueva casa. “Ni el cansancio ni la muerte detendrán el
cumplimiento de nuestra misión”, fue lo primero que vi y se me grabó en la
mente; era el lema del Batallón de
Infantería de Selva “Mariano Montilla”, Unidad Táctica
orgánica de la 51 Brigada de
Infantería de Selva, Unidad Superior que tenía su puesto de mando en la
población de Upata y su Comandante era el General de Brigada (Ej) Juan José
Bastardo Velásquez.
En mis funciones como Oficial S-1 del Batallón
Así llegué a las seis de
la tarde y para rematar, el recibimiento que me dieron fue tan frio como el clima que estaba haciendo; resultó
mucho más cálido el del gallego, el del camión que encontré en el camino. Pasé
al casino de Oficiales y pedí al cantinero una cerveza, respondiéndome que si
había pedido permiso al 2do. Comandante para tomarme esa cerveza lo cual no
entendí y le dije: déjalo así. Entonces pensé: Coñ… donde llegué yo? Qué pasa
aquí?
Ya en el Batallón pasé los
tres primeros días como un turista, sin
hacer nada y nadie me decía nada. No había visto todavía al Comandante, no lo
conocía, porque ni siquiera salía de su casa. Me pude dar cuenta que la Unidad tenía dos Mayores y conmigo
serían tres, a este tipo de Unidad por organización le salían solo dos. El 2do.
Comandante era el Mayor (Ej) Luis Alfonso Urdaneta Barreto y el Oficial de Operaciones era el Mayor (Ej)
Eliseo Peña Pineda, ambos de la gloriosa Infantería, quienes me llevaban dos y un año de antigüedad
respectivamente.
Al cuarto día de estar
en Luepa, en horas de la tarde me dirigí a la casa del Comandante, toqué y a través
de la tela metálica de una de las ventanas me respondió él; me presenté y le
dije, entre otras cosas, que había sido
nombrado como Oficial S – 3 (Operaciones); le expliqué que yo no era Infante y
que además Peña P. era más antiguo que yo (normalmente en una Unidad el S – 3
es el Oficial más antiguo, después del 2do. Comandante). Que mi nombramiento
para esa Unidad era como castigo y que en lo que yo pudiera iba a buscar el
cambio. Entonces le pedí me autorizara recibir el S – 1 (Jefe de Personal), que lo tenía accidentalmente
un Sargento 2do. El Comandante aceptó mi propuesta y comencé a trabajar. Tuve
la impresión por su actitud, que el Comandante pensó que me habían mandado a esa Unidad a investigarlo…
Días más tarde lo
cambiaron y nombraron como Comandante el Teniente Coronel (Ej) Pedro Nicolás Valencia
Vivas; con él esta Unidad dio un cambio de 180 grados; se transformó en todos
los sentidos. Aparte de incrementar la operatividad también se hizo lo mismo en
las relaciones Públicas y Humanas. Desde que llegué pensé que esa debería ser
una Unidad que aparte de prestar la debida vigilancia y seguridad de esa zona
fronteriza, también ser uno de los bastiones más importantes en todo lo
referente al Turismo nacional e internacional. Además de establecer las mejores relaciones con la importante comunidad indígena de la zona: la etnia Pemón. Tiempo después recibimos la visita de la Inspectoría
General del Ejército, pasaron revista arrojando una calificación: Excelente.
Por cierto me quedó la gran satisfacción de
haber resultado como “la mejor Sección
de Personal de todas las unidades del Ejército”. Pasamos a ser la Unidad Modelo
de la Brigada, en fin la Unidad había cambiado y eso particularmente me
satisfacía y me llenaba el orgullo de soldado, aunque por dentro seguía
pensando que este no podía ser mi
destino.
En esta Unidad se hacía
vida de campaña, el régimen era: 45 días de trabajo en la Unidad por una semana
de permiso. La luz para las
instalaciones provenía de una planta eléctrica, por lo tanto era racionada a
algunas horas durante la noche; en la zona no llegaba señal de televisión y la comunicación con el
resto del país era a través de los radios militares. Se disponía de una Shelter
de Comunicaciones; allí con la “anuencia” del Jefe del Centro de
Comunicaciones, el radio se pasaba a la frecuencia de la Fuerza Aérea y específicamente a su
Comandancia General (en la Carlota - Caracas), y mediante un relevo telefónico
(phone patch), se podían hacer llamadas a los familiares. Esto no era del todo
permitido, pero lo hacíamos. Se constituyó un excelente equipo de trabajo. Fueron
muchas las experiencias vividas, muchos conocimientos adquiridos; en fin era otro sistema de vida y
rodeado de un ambiente natural único en nuestro país. Con un toque muy especial,
pues nuestros únicos vecinos eran los indígenas de la etnia
Pemón; además de los misioneros católicos
que hacían vida con los indígenas.
Los Pemones, son los
habitantes de la Gran Sabana; estos indígenas se caracterizan por recibir al visitante
con alegría y simpatía; cultura trabajadora con gran sentido conservacionista
de su tierra y el agua, y en general de
todo el ambiente que los rodea; se calculaba en unos 30.000 sus integrantes,
con un idioma común el pemón, en su lengua la palabra pemón traduce: persona o
gente. Su distribución a lo largo de La Gran Sabana es mediante grupos con características propias:
Los Taurepán, estos habitan
en las inmediaciones de nuestra frontera
con el Brasil, hablan, la mayoría de ellos, además de el pemón, el
español y el portuñol.
Los Arekuna, ubicados
hacia el Noroeste del Roraima en el valle de Kavanayen, muchos de ellos hablan
el inglés por su cercanía con la República Guyanesa; y los
Kamarakoto en el Oeste
del río Karuay, Caroní y la Paragua; en las inmediaciones del valle de Kamarata.
yo estuve almando del tcnel pedro nicolas valecia vivas en el año 1984 al1985 y puedo dar fe que era un exceente ofcial junto al mayor peña cptns acosta chirinos de la concha arnal tortolero guerra ttes quiro shm8liski paris torres quijadas chourio malave etc fueron buenos tiempos saludos cabo primero medina herrera
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