domingo, 27 de abril de 2014

MI TRASLADO A LUEPA, ESTADO BOLÍVAR EN EL AÑO 1.983:

Con el último año del  Grado de Capitán del Ejército llegué a sentar plaza en el Batallón Caracas, Unidad Táctica Élite de las Fuerzas Armadas Nacionales, que tenía a su cargo la Seguridad  del Ministro de la Defensa y el Alto Mando Militar.  Comenzaba   Agosto del 1.981, cuando fui  nombrado Oficial Jefe de la Sección de Administración y Logística  (S-4), del  Batallón. Esta Unidad  aun tenía su Comando en el Cuartel que sirvió de sede al Ministerio de la Defensa desde el 26 de Marzo de 1.950, en La Planicie de Cajigal,  hoy Parroquia 23 de Enero de la ciudad de Caracas. Ya desde el 15 de Mayo de 1981, el Ministerio de la Defensa había iniciado su proceso de mudanza a una  nueva, moderna y hermosa sede, diseñada por los Arquitectos Julián Ferris y Carlos Pons, ahora ubicada en el Fuerte Tiuna, El Valle, Caracas.

El Batallón Caracas para ese entonces, estaba comandado por el Teniente Coronel (Ej.) José de los Santos Azuaje Albarrán, excelente Oficial del Ejército venezolano, leal, trabajador, honesto, sereno  y mejor compañero de trabajo. El cuadro de Oficiales que lo integraban, excelentes compañeros e insignes trabajadores, pertenecían a las cuatro Fuerzas. La Unidad dependía directamente del Ministro de la Defensa, General de División (Ej.) Bernardo Alfonso Leal Puchi y Operacionalmente del Comandante de la Guarnición del Distrito Federal y Estado Miranda, el General de Brigada (Ej.) Efraín Vegas Echezuría.

A finales del mes de Marzo del 83,  el Comando del Batallón, recibe un Radiograma Urgente, del Jefe del Estado Mayor Conjunto del Ministerio de la Defensa, donde se ordenaba mi traslado al Ejército (mi Fuerza), y específicamente  al Batallón de Infantería de Selva General de División “Mariano Montilla”, con sede en Luepa, Estado Bolívar, “en la Gran Sabana”, como Oficial Jefe de Operaciones (S – 3) de esta Unidad Selvática.

Reflexionando, dije entre mi: “…Tremendo batazo que me dieron, no soy Oficial de Infantería; mi Arma es la Caballería y para rematar,  me estaba asignando este cargo alguien que no era el indicado”.  Al parecer, según averigüé posteriormente, “…se esperaba que allí en la soledad de la selva,  tendría oportunidad de pensar y recapacitar sobre el supuesto MAL PASO que estaba dando…” En realidad todo se debió simplemente a que estaba en proceso de divorcio.

Así pues, que entregué el cargo, vendí mi carro  y me compré una camioneta 4 x 4, usada marca Wagoneer. Monté todos mis peroles allí e inicié muy temprano la aventura que significaba dos días de camino por carretera, para llegar a mi nuevo destino. Me acuerdo que le dije a uno de los soldados mecánicos del Batallón, que chequeara el aire de los cauchos de mi nueva camioneta. Me fui por la ruta del Llano, era la vía que conocía, la había hecho varias veces hasta Puerto Ordaz para visitar a mi hermana María Lourdes y mi cuñado Rafael. Pasados unos 30 Kmts. de la ciudad de Calabozo, se  reventó el caucho trasero izquierdo. Como pude saqué el gato y levanté la camioneta, bajé el caucho que se había dañado; al sacar el  de repuesto me di cuenta que  estaba sin aire. Pensé:“… estaría riéndose de mí el soldado cauchero”. Acto seguido el gato se dobló y la camioneta se fue de lado porque no aguantó el peso.

De inmediato hice una “Vuelta al horizonte” y observé que a unos 300 metros  un rancho; caminé bajo un sol inclemente hacia el mismo, llamé insistentemente y nadie contestaba por lo cual entré y   vi a una persona mayor que estaba acostado en una hamaca con un periódico en la mano, y para colmo de males era medio sordo!!!, como pude le expliqué lo ocurrido y le pedí el favor  para que se quedara cuidando mi camioneta cargada mientras yo reparaba el caucho en Calabozo; que yo le pagaba y el hijo D. P me respondió: “No tengo tiempo para eso, estoy leyendo el periódico”. Entonces regresé hasta la camioneta.

Pasaba el tiempo y nada, regresé e Insistí nuevamente al hombre del rancho quien finalmente accedió. Luego tuve la buena suerte de que pasó un carro con placas de Caracas,  se detuvo y me llevó hasta la estación de Servicio a la salida de Calabozo, donde reparé el caucho y me regresó nuevamente; me ayudó a  enderezar la camioneta, a montar el caucho y luego se marchó y no quiso cobrarme nada; de verdad era un tipo muy raro porque no parecía ni siquiera conocer la zona; bueno lo que me quedó decir fue   Gracias a Dios y continué mi viaje. (Ah, por cierto que cuando regresé de reparar el caucho “el hombre del rancho”, no estaba, se había ido y la camioneta estaba sola). Por cada pueblo que pasaba preguntaba si vendían cauchos y nada... Lo que si noté y me llamaba la atención, era que la gasolina se acababa muy rápido; así llegué, de bomba en bomba, en la tarde  a la casa mi hermana María Lourdes en Puerto Ordaz.

En la mañana, cuando continuaría a Luepa, el colmo!!!: con la doblada del gato el día anterior, se había roto el tanque de la gasolina. Lo mandé a reparar para  proseguir con mi viaje. Así continué mi  camino al día siguiente muy temprano; era la primera vez que iría por esos lares; la parte que se me hizo más tediosa e  interminable fue ese largo trecho entre  El Dorado y el Kilómetro 88 en el caserío Las Claritas, ya eran  las dos de la tarde. Allí llené de combustible la camioneta, y le pregunté al bombero si esa era la vía para Luepa y  me contestó en portuñol: “e o nose, io soy brasilero”. El mapa vial que llevaba, indicaba a  esta altura, que  la carretera se dividía en dos ramales, pero en realidad había una sola vía, así que continué por esa.

Seguí y rápidamente llegué a la  Piedra de La Virgen, una inmensa   mole de piedra de unos 80 metros de altura; dicen que el nombre con que la conocen es debido a que se ve la silueta de una virgen; pero en  realidad es que cuando estaban haciendo las demoliciones para construir esta carretera, fue imposible dinamitarla por su resistencia y se dijo que era una roca Madre o Virgen. Debo resaltar que hasta allí llegaba la  carretera  asfaltada y se iniciaba el Parque Nacional Canaima.

A partir de este sitio,  comencé la subida por una carretera o mejor dicho un camino de tierra  con demasiadas piedras que estaba en total deterioro,   por consiguiente el avance era muy  lento. Por mi mente pasaba de todo: desde un  posible ataque de indígenas; ser asaltado; accidentarme nuevamente y hasta haber tomado la  vía equivocada ya que no había ningún tipo de señalización; igualmente pensé en la injusticia que mis superiores estaban cometiendo conmigo, etc. A dos horas de camino, ¡Aleluya!!!, vi un pequeño rancho con un letrero que decía: “Se Vende Café”, y una camión estacionado a un lado. Me detuve, entré y pedí un café. Mi pregunta obligada: ¿Esta es la vía hacia Luepa? El conductor del camión era un señor blanco, alto, con apariencia de extranjero (después me enteré que era español); de inmediato me preguntó: Usted es el Mayor Abreu? Usted va en reemplazo de Peña Pineda? Me vino el alma al cuerpo!!!, le dije: si en efecto soy yo. Y él me respondió: yo soy de Cumaná;  le compro y le transporto la comida al Batallón., y voy para allá. Esta es la mitad del camino, le faltan dos horas para llegar. Bueno mi alegría fue indescriptible, al fin algo bueno!!!.

Después de recorrer casi una pared que comienza en la Piedra de la Virgen,  a cero metros de altitud,   llegué al Monumento al Soldado Pionero, es una plazoleta que se hizo para tributar al personal de las Fuerzas Armadas, Oficiales y Soldados del Arma de Ingeniería que trabajaron fuertemente a finales de los años 60, para hacer la carretera que comunica por vía terrestre hasta Santa Elena de Uairén. Este monumento está frente a otra mole como lo es la Sierra de Lema. Allí a unos 1.800 metros sobre el nivel del mar, se abre la inmensa sabana de una espectacular e incomparable belleza, además  con un magnifico clima. Esta era  “La Gran Sabana”, uno de los parques naturales más hermosos que tiene Venezuela.
Exactamente a las dos horas de haberme tomado ese café que me supo a gloria, por fin estaba entrando por la Alcabala del Batallón. Había llegado a mi nueva casa. “Ni el cansancio ni la muerte detendrán el cumplimiento de nuestra misión”, fue lo primero que vi y se me grabó en la mente; era el lema del  Batallón de Infantería de Selva “Mariano Montilla”,  Unidad Táctica  orgánica de  la 51 Brigada de Infantería de Selva, Unidad Superior que tenía su puesto de mando en la población de Upata y su Comandante era el General de Brigada (Ej) Juan José Bastardo Velásquez.


En mis funciones como Oficial S-1 del Batallón

Así llegué a las seis de la tarde y para rematar, el recibimiento que me dieron fue tan  frio como el clima que estaba haciendo; resultó mucho más cálido el del gallego, el del camión que encontré en el camino. Pasé al casino de Oficiales y pedí al cantinero una cerveza, respondiéndome que si había pedido permiso al 2do. Comandante para tomarme esa cerveza lo cual no entendí y le dije: déjalo así. Entonces pensé: Coñ… donde llegué yo? Qué pasa aquí?

Ya en el Batallón pasé los tres primeros días como un turista,  sin hacer nada y nadie me decía nada. No  había visto todavía al Comandante, no lo conocía, porque ni siquiera salía de su casa. Me pude dar cuenta  que la Unidad tenía dos Mayores y conmigo serían tres, a este tipo de Unidad por organización le salían solo dos. El 2do. Comandante era el Mayor (Ej) Luis Alfonso Urdaneta Barreto  y el Oficial de Operaciones era el Mayor (Ej) Eliseo Peña Pineda, ambos de la gloriosa Infantería,  quienes me llevaban dos y un año de antigüedad respectivamente.

Al cuarto día de estar en Luepa, en horas de la tarde me dirigí a la casa del Comandante, toqué y a través de la tela metálica de una de las ventanas me respondió él; me presenté y le dije, entre otras cosas,  que había sido nombrado como Oficial S – 3 (Operaciones); le expliqué que yo no era Infante y que además Peña P. era más antiguo que yo (normalmente en una Unidad el S – 3 es el Oficial más antiguo, después del 2do. Comandante). Que mi nombramiento para esa Unidad era como castigo y que en lo que yo pudiera iba a buscar el cambio. Entonces le pedí me autorizara recibir  el S – 1 (Jefe de Personal), que lo tenía accidentalmente un Sargento 2do. El Comandante aceptó mi propuesta y comencé a trabajar. Tuve la impresión por su actitud, que el Comandante pensó que  me habían mandado a esa Unidad a investigarlo…

Días más tarde lo cambiaron y nombraron como Comandante el Teniente Coronel (Ej) Pedro Nicolás Valencia Vivas; con él esta Unidad dio un cambio de 180 grados; se transformó en todos los sentidos. Aparte de incrementar la operatividad también se hizo lo mismo en las relaciones Públicas y Humanas. Desde que llegué pensé que esa debería ser una Unidad que aparte de prestar la debida vigilancia y seguridad de esa zona fronteriza, también ser uno de los bastiones más importantes en todo lo referente al Turismo nacional e internacional. Además de establecer  las mejores relaciones con la  importante  comunidad indígena de la zona: la etnia Pemón.  Tiempo después recibimos la visita de la Inspectoría General del Ejército,  pasaron  revista arrojando una calificación: Excelente. Por cierto me quedó la gran satisfacción   de haber resultado como  “la mejor Sección de Personal de todas las unidades del Ejército”. Pasamos a ser la Unidad Modelo de la Brigada, en fin la Unidad había cambiado y eso particularmente me satisfacía y me llenaba el orgullo de soldado, aunque por dentro seguía pensando que este  no podía ser mi destino.


En esta Unidad se hacía vida de campaña, el régimen era: 45 días de trabajo en la Unidad por una semana de permiso. La luz  para las instalaciones provenía de una planta eléctrica, por lo tanto era racionada a algunas horas durante la noche; en la zona no llegaba  señal de televisión y la comunicación con el resto del país era a través de los radios militares. Se disponía de una Shelter de Comunicaciones; allí con la “anuencia” del Jefe del Centro de Comunicaciones, el radio se pasaba a la frecuencia  de la Fuerza Aérea y específicamente a su Comandancia General (en la Carlota - Caracas), y mediante un relevo telefónico (phone patch), se podían hacer llamadas a los familiares. Esto no era del todo permitido, pero lo hacíamos. Se constituyó un excelente equipo de trabajo. Fueron muchas las experiencias vividas, muchos conocimientos  adquiridos; en fin era otro sistema de vida y rodeado de un ambiente natural único en nuestro país. Con un toque muy especial, pues  nuestros  únicos vecinos eran los indígenas de la etnia Pemón; además de los misioneros  católicos que hacían vida con los indígenas.

Los Pemones, son los habitantes de la Gran Sabana; estos indígenas se caracterizan por recibir al visitante con alegría y simpatía; cultura trabajadora con gran sentido conservacionista de su tierra y el agua,  y en general de todo el ambiente que los rodea; se calculaba en unos 30.000 sus integrantes, con un idioma común el pemón, en su lengua la palabra pemón traduce: persona o gente. Su distribución a lo largo de La Gran Sabana es mediante  grupos con características propias:
Los Taurepán, estos habitan en las inmediaciones de nuestra frontera  con el Brasil, hablan, la mayoría de ellos, además de el pemón, el español y el portuñol.
Los Arekuna, ubicados hacia el Noroeste del Roraima en el valle de Kavanayen, muchos de ellos hablan el inglés por su cercanía con la República Guyanesa; y los
Kamarakoto en el Oeste del río Karuay, Caroní y la Paragua; en las inmediaciones del valle de Kamarata.


1 comentario:

  1. yo estuve almando del tcnel pedro nicolas valecia vivas en el año 1984 al1985 y puedo dar fe que era un exceente ofcial junto al mayor peña cptns acosta chirinos de la concha arnal tortolero guerra ttes quiro shm8liski paris torres quijadas chourio malave etc fueron buenos tiempos saludos cabo primero medina herrera

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