lunes, 5 de mayo de 2014

ALGO DE MIS RECUERDOS, EN LUEPA:

Un autor, desconocido, escribió: “Los únicos recuerdos imborrables de la juventud son las cicatrices”; por tal motivo me he dispuesto a escribir algunos de esos recuerdos que aun en la “Juventud Prolongada”, guardo  con mucho cariño,  pero que estas, a diferencia de aquellas, conservo en mi memoria como hermosas cicatrices de tantas vivencias de mi permanencia en el Batallón de Infantería de Selva General de División “Mariano Montilla”, en medio de la Gran Sabana, en Luepa, Estado Bolívar. Bueno quien lo iba a creer!!!


MISA EN LUEPA:

Misa de Campaña para el personal del Batallón, en el patio de Formación

Como Oficial de Personal de esta Unidad Selvática, noté la existencia de una serie de  carencias que son vitales e importantes en una Unidad como ésta, más aun cuando  se encuentra aislada y con un número importante de hombres. Entre otras observé que no se prestaba la debida atención religiosa al personal. Platee el caso al Comandante y la posible solución: que contactáramos con la Misión de Kavanayen, a fin de que  nos facilitaran un Sacerdote que viniese a Luepa los fines de semana, para oficiar la Misa y atender espiritualmente al personal de la Unidad; la cual le pareció buena idea; así que de inmediato me fui hasta dicha Misión.

Kavanayen es una comunidad indígena pemón, su verdadero nombre es Santa Teresita de Kavanayen fundada el 5 de agosto de 1.943 y está ubicada a unas dos horas de Luepa por  carretera de tierra. Allí se encuentra una  Misión de capuchinos y la Confraternidad de Franciscanas del Sagrado Corazón de Jesús. Su principal atractivo turístico es la Iglesia; la llamada “Casa Presidencial”; y las casas de sus pobladores, las cuales están construidas totalmente de piedra de la misma zona.

Al llegar a la Misión fui atendido por dos sacerdotes, uno de  edad muy avanzada y el otro, que si mal no  recuerdo se llamaba Julio. Era un español joven e inquieto que tenía poco tiempo en la Misión,  pues venía según él me contó  posteriormente, de la Misión de Kamarata (también en la Gran Sabana), y lo habían sacado de allí porque tenía mucho tiempo en esa comunidad y el ambiente y el entorno indígena  lo estaban literalmente absorbiendo; él me contó que  ya se sentía como un indígena más y hasta andaba desnudo como ellos. Lo que si no había cambiado era su marcado acento español. Les plantee mi inquietud y al principio sentí como un rechazo a la idea, aparentemente porque, el que llevaba la voz cantante era el cura anciano,  temía desprenderse de Julio, ya que era una especie de utilitis en la Misión. Por eso tuve que Insistirle mucho y al fin accedieron con la condición de que lo buscáramos  y regresáramos nuevamente. Así los días sábados de cada semana en la tarde salía de Luepa a buscar a Julio y los domingos después de la misa lo llevábamos nuevamente a Kavanayen. Finalmente Julio resultó ser un sacerdote muy simpático, contador de miles de interesantes historias y además  feliz de ver caras nuevas en aquella inmensidad de sabana. De esta forma cumplimos con Dios y con la Patria.

VISITA DE SIMÓN DIAZ:

Observando la dinámica de la zona, pensé que a pesar de lo alejado y de lo poco atendidos que estaban estos espacios geográficos hasta la frontera con el Brasil, constituía una importante vía turística tanto de brasileros como de venezolanos; entonces pensé que podíamos integrarnos de alguna manera a esa gente y a la vez les brindaríamos nuestro apoyo o asistencia si así lo requerían. Fue así como, se me ocurrió proponer al Comandante la realización de un Bingo, los días viernes en la noche, ese era el día que  había mayor tránsito de turistas. Por supuesto que el Comandante me preguntó: “… y con qué gente?” Le respondí: déjemelo de mi parte.

Después del mediodía  del viernes mandaba a un profesional de la Unidad debidamente entrenado,  a la Alcabala en la carretera con las siguientes instrucciones: “Al ver venir una caravana de vehículos, usted se fija si son turistas; y si vienen desde del Soldado Pionero les dice que la chalana de San Ignacio, para pasar el Río Yuruaní, no estaba funcionando y si van en el sentido contrario les dice que la carretera hacia el Km.88 la están reparando y que no hay paso hasta mañana; ellos  posiblemente le van a preguntar: ..y entonces dónde podemos pasar la noche?, usted les dice que nosotros tenemos una casa de huéspedes y que podemos darle alojamiento por esa noche; ah y que además el Comandante los invitaba para un bingo que había esa noche en el casino de Oficiales”. Esta táctica fue todo un éxito se pasaban noches entretenidas, diferentes, nos visitó gente de muchas partes del país, muchos de ellos, nos mandaban después al Batallón: periódicos, revistas,  películas de Betamax, y creo que hasta un aparato de Betamax, etc.

Casa de Huéspedes

Se aprovechó el Bingo para darle la bienvenida a algunos Oficiales

Una de esas visitas, no oficiales, fue la que hiciera el afamado cantautor Simón Díaz, “Tío Simón”. y un grupo de amigos,  que creo eran del extinto  Banco Unión. Ellos se alojaron en la casa de huéspedes y compartimos una excelente noche y al día siguiente el Comandante Valencia V. me designó para que los acompañara y les enseñara aquellos sitios de interés turístico de las inmediaciones de la Unidad. Los llevamos a nuestro balneario y Salto de agua “EL Tarotá”, después los llevé a Kavanayen. Estando en este poblado indígena llame al Capitán de la comunidad y le dije que reuniera a varios de ellos para presentarles a Simón Díaz, él lo hizo y cuando se lo presenté,  se quedó mirándolo y no me creía. Para verificar le dijo a Simón: “…tu eres Simón Díaz, de verdad? Cántame El Superbloque”. Dije  entre mi: El Superbloque, (esta era una canción que había sido compuesta por Hugo Blanco y  lanzado al público en el Álbum: “Llegó Simón”, en el año 1.964).Quien lo pensaría? Pero esta canción fue la que afianzó la popularidad de Simón ante el público venezolano, y casi 20 años después un auténtico venezolano un pemón, pide que se lo cante para verificar su identidad. Como diría el famoso periodista; Así son las cosas.

 Simón Díaz bañándose en El Tarotá


Simón Díaz con sus amigos en Kavanayen y el Padre de la Misión

QUE PASA EN EL PAUJI?

El Comandante de la Brigada, General de Brigada (Ej.) Bastardo V. visitaba con bastante frecuencia al Batallón; en una de ellas me llamó y me dijo: “… quiero que vayas a El Paují y averigües que pasa ahí, me dicen que eso está lleno de gente rara, que están ahí consumiendo no se que cosa…, ahí tienes el helicóptero”. De inmediato me dispuse a cumplir la orden y salí en la aeronave hacia la referida localidad. El Paují es una pequeña comunidad de criollos que se empezó a construir a principios de los años 60; está ubicada a unos 875 metros sobre el nivel del mar, al Oeste, y a unos 75 Kmts. de la población de Santa Elena de Uairén, en la vía que conduce a Ikabarú.


Después de volar unos cuarenta y cinco minutos, creo yo, y en medio de una sabana de una belleza extraordinaria, estábamos encima de un pequeño caserío, me parece que eran unas veinte casas distantes unas de otras, todas diferentes pero muy originales y construidas exclusivamente con material de la zona. Aterrizamos al lado de una donde funcionaba una carpintería  debajo de un galpón al aire libre, allí se oía una fuerte música que reconocí de inmediato: era la superbanda británica de Rock Progresivo Asia, que interpretaba la canción “Haeat of the moment” (canción que había sido lanzada por ese grupo el año anterior y había ocupado el 4to. lugar en la lista del Billboard Hot 100). Esta música se mezclaba con el sonido de la  planta eléctrica, (la única que existía en esa zona), y del motor de una cepilladora de madera.   El dueño se encontraba cepillando una puerta de madera que estaba haciendo y no se había percatado de la llegada del helicóptero y de mi presencia. Me le acerqué, él apagó todo aquel aparataje y me atendió muy amablemente, igualmente de inmediato me llevó a conocer la comunidad. Su gente, la mayoría de Caracas, de una mediana edad, matrimonios jóvenes con hijos, que quizás cansados de  el bullicio y contaminación de las grandes ciudades se habían ido hasta ese sitio para comenzar una nueva vida al lado de inmensas riquezas naturales, y dedicados ahora a la artesanía y a la producción de miel de abeja. Ellos construyeron la escuela, que era atendida por ellos  mismos; un local que le decían el teatro; etc. Las casas todas bellas, pero en particular, me llamó la atención una que tenía la forma de un Papagayo, había sido hecha por un Arquitecto, creo que de apellido Araujo; a la entrada en la parte de abajo tenia la mesa de dibujo, en un piso intermedio la cocina y en un próximo piso la habitación con un techo transparente, (el arquitecto me dijo que era para mirar las estrellas en las noches despejadas). Vale la pena acotar que esta casa era de madera, este señor había inventado unas uniones de metal, para la unión de las vigas, (no utilizó clavos). En fin una verdadera obra arquitectónica y muy bonita. Igual me enseño este arquitecto, un pequeño río que pasaba cerca de su casa, pero con una diferencia de nivel, estaba a unos tres metros por debajo del nivel de la casa; desde donde, a través de una bomba de ariete construida por él mismo, totalmente de madera, lanzaba agua hasta su casa.

Después de recorrer toda la comunidad; de hablar con su gente y tomarle fotografías a este sitio,  regresé a Luepa, y le informé al General Bastardo V. lo que había apreciado. Ah y le entregué el rollo de fotografías. Qué lástima. Boté la bola al entregarlo!!!

IGUAL ME PASO EN LA MINA DE CHIRICAYEN:

En otra de las visitas que hiciera el General Bastardo V.  a Luepa, pernoctó en el Batallón; en la noche durante la cena, me dijo mañana vas a ir a visitar la mina de oro de Chiricayen, “…me ha llegado la información que los Guardias Nacionales que la custodian están, sustrayendo sin permiso, oro de esa mina. Quiero que me averigüe eso…”. 

A la mañana siguiente, muy temprano, abordé el helicóptero, por cierto piloteado por mi compañero de promoción el Mayor (Ej.) Heberto Segundo Díaz (+), quien era excelente y veterano piloto del Ejército. Salimos con destino a dicha mina y al estar encima de la población de Santa Elena de Uairén, el piloto comenzó a tomar más y más  altura y en dirección hacia la frontera con el Brasil. Tenía que hacerlo, pues la bendita mina se encuentra, no se a que altura, pero está sobre un cerro bastante alto. Después de haber volado bastante tiempo se divisó una pequeña casa en medio de la nada, era la casa de los Guardias Nacionales. Aterrizamos, me bajé y fui al encuentro con los efectivos militares. Se presentaron y me dieron las novedades de rigor. Nos dirigimos a la casita, ésta literalmente se estaba cayendo, uno la empujaba por una esquina y la casa se inclinaba hacia donde uno la empujara.

Comencé a hablar con ese personal: Mis preguntas y sus repuestas:
-  Como llegan ustedes hasta aquí? Nos traen en helicóptero, aquí duramos 45 días
-  Como hacen para comunicarse con su Comando? Me enseñaron un pequeño radio militar y un cargador de baterías solar, me dijeron con este radio.
-  Con quien tienen ustedes comunicación por vía terrestre? Con nadie. Esto no tiene caminos de ningún tipo, además esto se encuentra muy lejos de todo.
-  Y donde está la mina? Es esta, estamos encima de ella. Se trata de una mina a cielo abierto.
-   Y donde está el oro? Bueno, cuando llueve la arena se lava un poco y el oro sale,  uno lo ve todo amarillo, después se vuelve a tapar con la tierra y la arena.
-   Como es la presentación del oro? En cochanos y en polvillo.
-   Y ustedes no agarran ese oro? No podemos tomarlo, y si quisiéramos a nosotros cuando regresamos nos mandan a desvestir y nos revisan por todos lados, al igual que nuestro equipo.

Dimos unas vueltas por las inmediaciones de la casa, y por supuesto llevaba mi vista pegada al suelo y no vi nada, me dieron café y ya estábamos como con más confianza. Me dice uno de ellos, que los que habían estado antes si habían llevado oro para Santa Elena: ellos le pusieron un tapón en la recámara del cañón del fusil, llenaron el tubo o cañón y otro tapón en el cubre llamas del arma y no los habían descubierto en su Comando.

Uno de los Guardias, el más conversador, me hizo el siguiente relato: “… esa mina había sido descubierta por un indígena pemón. Los pemones cuando se casan, la pareja se aleja y se va a un pozo del rio a bañarse, el pemón al lanzarse al pozo vio que en el fondo del mismo había oro y recogió once kilogramos del valioso mineral. Al bajar a Santa Elena habló y se produjo la bulla hacia ese sitio (término minero  que se emplea cuando se descubre una mina y de inmediato se dirigen hacia ese sitio gran cantidad de mineros en busca del mineral encontrado). El gobierno de turno había desalojado a los mineros de esa zona y había mandado a la Guardia Nacional a custodiarla. Que era la Reserva probada de oro más grande que existe en el país…”  Me despedí de los Guardias y regresé a Luepa a informar al General de mi visita. El me dijo, yo quiero ir a conocer esa mina.

Nos montamos nuevamente en el helicóptero y salimos hacia la mina. Al llegar, nos bajamos del aparato y nos fuimos hacia la casita del los GN. El General habló con los Guardias y después, igual a darle un recorrido por las inmediaciones de la casa, yo me quedé de último. Todos íbamos con la mirada al suelo, en eso vi un cochano y le dije; mi General mire lo que me encontré. Todos, todos se tiraron al piso, creo que iban a dejar las uñas ahí, y el Jefe dacia en son de mamadera de gallo: “…piloto, no podemos llevarnos en el helicóptero un poco de arena de esta para cernirla allá abajo?”

Dios mediante, continuaré en una próxima entrega……

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