Un autor,
desconocido, escribió: “Los únicos recuerdos imborrables de la juventud
son las cicatrices”; por tal motivo me he dispuesto a escribir algunos de
esos recuerdos que aun en la “Juventud Prolongada”, guardo con mucho cariño, pero que estas, a diferencia de aquellas,
conservo en mi memoria como hermosas cicatrices de tantas vivencias de mi
permanencia en el Batallón de Infantería de Selva General de División “Mariano
Montilla”, en medio de la Gran Sabana, en Luepa, Estado Bolívar. Bueno quien lo iba a creer!!!
MISA EN LUEPA:
Misa de Campaña para el
personal del Batallón, en el patio de Formación
Como
Oficial de Personal de esta Unidad Selvática, noté la existencia de una serie
de carencias que son vitales e importantes
en una Unidad como ésta, más aun cuando
se encuentra aislada y con un número importante de hombres. Entre otras
observé que no se prestaba la debida atención religiosa al personal. Platee el
caso al Comandante y la posible solución: que contactáramos con la Misión de
Kavanayen, a fin de que nos facilitaran
un Sacerdote que viniese a Luepa los fines de semana, para oficiar la Misa y
atender espiritualmente al personal de la Unidad; la cual le pareció buena idea;
así que de inmediato me fui hasta dicha Misión.
Kavanayen
es una comunidad indígena pemón, su verdadero nombre es Santa Teresita de
Kavanayen fundada el 5 de agosto de 1.943 y está ubicada a unas dos horas de
Luepa por carretera de tierra. Allí se
encuentra una Misión de capuchinos y la
Confraternidad de Franciscanas del Sagrado Corazón de Jesús. Su principal
atractivo turístico es la Iglesia; la llamada “Casa Presidencial”; y las casas
de sus pobladores, las cuales están construidas totalmente de piedra de la
misma zona.
Al
llegar a la Misión fui atendido por dos sacerdotes, uno de edad muy avanzada y el otro, que si mal no recuerdo se llamaba Julio. Era un español
joven e inquieto que tenía poco tiempo en la Misión, pues venía según él me contó posteriormente, de la Misión de Kamarata (también
en la Gran Sabana), y lo habían sacado de allí porque tenía mucho tiempo en esa
comunidad y el ambiente y el entorno indígena lo estaban literalmente absorbiendo; él me
contó que ya se sentía como un indígena
más y hasta andaba desnudo como ellos. Lo que si no había cambiado era su
marcado acento español. Les plantee mi inquietud y al principio sentí como un
rechazo a la idea, aparentemente porque, el que llevaba la voz cantante era el
cura anciano, temía desprenderse de
Julio, ya que era una especie de utilitis en la Misión. Por eso tuve que
Insistirle mucho y al fin accedieron con la condición de que lo buscáramos y regresáramos nuevamente. Así los días sábados
de cada semana en la tarde salía de Luepa a buscar a Julio y los domingos
después de la misa lo llevábamos nuevamente a Kavanayen. Finalmente Julio
resultó ser un sacerdote muy simpático, contador de miles de interesantes historias
y además feliz de ver caras nuevas en
aquella inmensidad de sabana. De esta forma cumplimos con Dios y con la Patria.
VISITA DE SIMÓN DIAZ:
Observando
la dinámica de la zona, pensé que a pesar de lo alejado y de lo poco atendidos
que estaban estos espacios geográficos hasta la frontera con el Brasil,
constituía una importante vía turística tanto de brasileros como de
venezolanos; entonces pensé que podíamos integrarnos de alguna manera a esa
gente y a la vez les brindaríamos nuestro apoyo o asistencia si así lo requerían.
Fue así como, se me ocurrió proponer al Comandante la realización de un Bingo,
los días viernes en la noche, ese era el día que había mayor tránsito de turistas. Por supuesto
que el Comandante me preguntó: “… y con qué gente?” Le respondí: déjemelo de mi
parte.
Después
del mediodía del viernes mandaba a un
profesional de la Unidad debidamente entrenado,
a la Alcabala en la carretera con las siguientes instrucciones: “Al ver
venir una caravana de vehículos, usted se fija si son turistas; y si vienen desde
del Soldado Pionero les dice que la chalana de San Ignacio, para pasar el Río
Yuruaní, no estaba funcionando y si van en el sentido contrario les dice que la
carretera hacia el Km.88 la están reparando y que no hay paso hasta mañana; ellos
posiblemente le van a preguntar: ..y
entonces dónde podemos pasar la noche?, usted les dice que nosotros tenemos una
casa de huéspedes y que podemos darle alojamiento por esa noche; ah y que
además el Comandante los invitaba para un bingo que había esa noche en el
casino de Oficiales”. Esta táctica fue todo un éxito se pasaban noches
entretenidas, diferentes, nos visitó gente de muchas partes del país, muchos de
ellos, nos mandaban después al Batallón: periódicos, revistas, películas de Betamax, y creo que hasta un
aparato de Betamax, etc.
Casa de Huéspedes
Se aprovechó el Bingo para
darle la bienvenida a algunos Oficiales
Una
de esas visitas, no oficiales, fue la que hiciera el afamado cantautor Simón
Díaz, “Tío Simón”. y un grupo de amigos, que creo eran del extinto Banco Unión. Ellos se alojaron en la casa de
huéspedes y compartimos una excelente noche y al día siguiente el Comandante
Valencia V. me designó para que los acompañara y les enseñara aquellos sitios
de interés turístico de las inmediaciones de la Unidad. Los llevamos a nuestro
balneario y Salto de agua “EL Tarotá”, después los llevé a Kavanayen. Estando
en este poblado indígena llame al Capitán de la comunidad y le dije que
reuniera a varios de ellos para presentarles a Simón Díaz, él lo hizo y cuando
se lo presenté, se quedó mirándolo y no
me creía. Para verificar le dijo a Simón: “…tu eres Simón Díaz, de verdad?
Cántame El Superbloque”. Dije entre mi:
El Superbloque, (esta era una canción que había sido compuesta por Hugo Blanco
y lanzado al público en el Álbum: “Llegó
Simón”, en el año 1.964).Quien lo pensaría? Pero esta canción fue la que
afianzó la popularidad de Simón ante el público venezolano, y casi 20 años
después un auténtico venezolano un pemón, pide que se lo cante para verificar
su identidad. Como diría el famoso periodista; Así son las cosas.
Simón Díaz bañándose en El
Tarotá
Simón Díaz con sus amigos
en Kavanayen y el Padre de la Misión
QUE
PASA EN EL PAUJI?
El
Comandante de la Brigada, General de Brigada (Ej.) Bastardo V. visitaba con
bastante frecuencia al Batallón; en una de ellas me llamó y me dijo: “… quiero
que vayas a El Paují y averigües que pasa ahí, me dicen que eso está lleno de
gente rara, que están ahí consumiendo no se que cosa…, ahí tienes el
helicóptero”. De inmediato me dispuse a cumplir la orden y salí en la aeronave
hacia la referida localidad. El Paují es una pequeña comunidad de criollos que
se empezó a construir a principios de los años 60; está ubicada a unos 875
metros sobre el nivel del mar, al Oeste, y a unos 75 Kmts. de la población de
Santa Elena de Uairén, en la vía que conduce a Ikabarú.
Después
de volar unos cuarenta y cinco minutos, creo yo, y en medio de una sabana de
una belleza extraordinaria, estábamos encima de un pequeño caserío, me parece
que eran unas veinte casas distantes unas de otras, todas diferentes pero muy
originales y construidas exclusivamente con material de la zona. Aterrizamos al
lado de una donde funcionaba una carpintería debajo de un galpón al aire libre, allí se oía
una fuerte música que reconocí de inmediato: era la superbanda británica de
Rock Progresivo Asia, que interpretaba la canción “Haeat of the moment”
(canción que había sido lanzada por ese grupo el año anterior y había ocupado
el 4to. lugar en la lista del Billboard Hot 100). Esta música se mezclaba con
el sonido de la planta eléctrica, (la
única que existía en esa zona), y del motor de una cepilladora de madera. El dueño se encontraba cepillando una puerta
de madera que estaba haciendo y no se había percatado de la llegada del
helicóptero y de mi presencia. Me le acerqué, él apagó todo aquel aparataje y
me atendió muy amablemente, igualmente de inmediato me llevó a conocer la
comunidad. Su gente, la mayoría de Caracas, de una mediana edad, matrimonios
jóvenes con hijos, que quizás cansados de
el bullicio y contaminación de las grandes ciudades se habían ido hasta ese
sitio para comenzar una nueva vida al lado de inmensas riquezas naturales, y
dedicados ahora a la artesanía y a la producción de miel de abeja. Ellos
construyeron la escuela, que era atendida por ellos mismos; un local que le decían el teatro;
etc. Las casas todas bellas, pero en particular, me llamó la atención una que
tenía la forma de un Papagayo, había sido hecha por un Arquitecto, creo que de
apellido Araujo; a la entrada en la parte de abajo tenia la mesa de dibujo, en un
piso intermedio la cocina y en un próximo piso la habitación con un techo
transparente, (el arquitecto me dijo que era para mirar las estrellas en las
noches despejadas). Vale la pena acotar que esta casa era de madera, este señor
había inventado unas uniones de metal, para la unión de las vigas, (no utilizó
clavos). En fin una verdadera obra arquitectónica y muy bonita. Igual me enseño
este arquitecto, un pequeño río que pasaba cerca de su casa, pero con una
diferencia de nivel, estaba a unos tres metros por debajo del nivel de la casa;
desde donde, a través de una bomba de ariete construida por él mismo,
totalmente de madera, lanzaba agua hasta su casa.
Después
de recorrer toda la comunidad; de hablar con su gente y tomarle fotografías a
este sitio, regresé a Luepa, y le
informé al General Bastardo V. lo que había apreciado. Ah y le entregué el
rollo de fotografías. Qué lástima. Boté la bola al entregarlo!!!
IGUAL ME PASO EN LA MINA DE CHIRICAYEN:
En
otra de las visitas que hiciera el General Bastardo V. a Luepa, pernoctó en el Batallón; en la noche
durante la cena, me dijo mañana vas a ir a visitar la mina de oro de
Chiricayen, “…me ha llegado la información que los Guardias Nacionales que la
custodian están, sustrayendo sin permiso, oro de esa mina. Quiero que me
averigüe eso…”.
A la
mañana siguiente, muy temprano, abordé el helicóptero, por cierto piloteado por
mi compañero de promoción el Mayor (Ej.) Heberto Segundo Díaz (+), quien era
excelente y veterano piloto del Ejército. Salimos con destino a dicha mina y al
estar encima de la población de Santa Elena de Uairén, el piloto comenzó a
tomar más y más altura y en dirección
hacia la frontera con el Brasil. Tenía que hacerlo, pues la bendita mina se
encuentra, no se a que altura, pero está sobre un cerro bastante alto. Después
de haber volado bastante tiempo se divisó una pequeña casa en medio de la nada,
era la casa de los Guardias Nacionales. Aterrizamos, me bajé y fui al encuentro
con los efectivos militares. Se presentaron y me dieron las novedades de rigor.
Nos dirigimos a la casita, ésta literalmente se estaba cayendo, uno la empujaba
por una esquina y la casa se inclinaba hacia donde uno la empujara.
Comencé
a hablar con ese personal: Mis preguntas y sus repuestas:
- Como
llegan ustedes hasta aquí? Nos traen en helicóptero, aquí duramos 45 días
- Como hacen para comunicarse con su Comando? Me enseñaron un
pequeño radio militar y un cargador de baterías solar, me dijeron con este
radio.
- Con quien tienen ustedes comunicación por vía terrestre? Con nadie.
Esto no tiene caminos de ningún tipo, además esto se encuentra muy lejos de
todo.
- Y donde está la mina? Es esta, estamos encima de ella. Se trata de
una mina a cielo abierto.
- Y donde está el oro? Bueno, cuando llueve la arena se lava un poco
y el oro sale, uno lo ve todo amarillo,
después se vuelve a tapar con la tierra y la arena.
- Como es la presentación del oro? En cochanos y en polvillo.
- Y ustedes no agarran ese oro? No podemos tomarlo, y si quisiéramos
a nosotros cuando regresamos nos mandan a desvestir y nos revisan por todos
lados, al igual que nuestro equipo.
Dimos
unas vueltas por las inmediaciones de la casa, y por supuesto llevaba mi vista
pegada al suelo y no vi nada, me dieron café y ya estábamos como con más
confianza. Me dice uno de ellos, que los que habían estado antes si habían
llevado oro para Santa Elena: ellos le pusieron un tapón en la recámara del
cañón del fusil, llenaron el tubo o cañón y otro tapón en el cubre llamas del
arma y no los habían descubierto en su Comando.
Uno
de los Guardias, el más conversador, me hizo el siguiente relato: “… esa mina
había sido descubierta por un indígena pemón. Los pemones cuando se casan, la
pareja se aleja y se va a un pozo del rio a bañarse, el pemón al lanzarse al
pozo vio que en el fondo del mismo había oro y recogió once kilogramos del
valioso mineral. Al bajar a Santa Elena habló y se produjo la bulla hacia ese
sitio (término minero que se emplea
cuando se descubre una mina y de inmediato se dirigen hacia ese sitio gran
cantidad de mineros en busca del mineral encontrado). El gobierno de turno había
desalojado a los mineros de esa zona y había mandado a la Guardia Nacional a
custodiarla. Que era la Reserva probada de oro más grande que existe en el
país…” Me despedí de los Guardias y
regresé a Luepa a informar al General de mi visita. El me dijo, yo quiero ir a
conocer esa mina.
Nos
montamos nuevamente en el helicóptero y salimos hacia la mina. Al llegar, nos
bajamos del aparato y nos fuimos hacia la casita del los GN. El General habló
con los Guardias y después, igual a darle un recorrido por las inmediaciones de
la casa, yo me quedé de último. Todos íbamos con la mirada al suelo, en eso vi
un cochano y le dije; mi General mire lo que me encontré. Todos, todos se
tiraron al piso, creo que iban a dejar las uñas ahí, y el Jefe dacia en son de
mamadera de gallo: “…piloto, no podemos llevarnos en el helicóptero un poco de
arena de esta para cernirla allá abajo?”
Dios
mediante, continuaré en una próxima entrega……
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